miércoles, 30 de enero de 2008

Neutral Milk Hotel

Es bastante extraño la forma en que la música toca a las personas dispuestas a dejarse tocar. A veces parecería que somos como piezas cambiantes de rompecabezas y de repente aparece esa música que jamás imaginamos que existiera y embona perfectamente en nuestro espacio.

Asi me sucedió con Neutral Milk Hotel. En realidad no conozco la ficha técnica de la banda, pero de inmediato reconocí la sensación en el estomago (esa que me avisa que me estoy topando con algo bueno) al escuchar una de sus canciones, "The King of Carrot Flowers". Me acerque a su música con algo de recelo y es que, de un tiempo para acá, lo que tanta gente insiste en llamar “indie” no me inspira mucha confianza. El caso es que me lleve una grata sorpresa al descubrir sus canciones entre desenfadadas, melancolicas y con un acentuado sentido de la melodía. Su música es una mezcla de extraña nostalgia, trompetas emotivas, ruidos raros y acordes que transmiten estados de ánimo.

Tengo entendido que la banda ya no existe, lo cual es triste. Su Folk-pop-enfermizo con guiños al punk es muy disfrutable.

Búsquenlos en youtube y se llevaran una grata sorpresa.




Ocio



Ahí estoy tirado de panza en el piso recién trapeado. Nunca me entere que ese ocio, del que renegaba a los 8 años, jamás volvería. Con unas gastadas bermudas y una playera, viendo desde el suelo como subía el vapor afuera, en la calle. En la vieja grabadora se oye “Sara” de El Tri y el mediodía hace que todo se vea brillante, exagerado por el umbral de la puerta. Las sabanas que tiende mi Madre en el patio se revuelven con un viento suave, que no es suficiente para disipar el calor de los 36 grados centígrados.

Son vacaciones y no hay nada que hacer. Ver la tele, leer algo, dibujar, repetir los hasta el hartazgo mis casetes grabados; en ese momento ya me había fastidiado todo.

Y ahí esta mi mama y sus interminables mandados.

Salir descalzo corriendo a la tienda de doña Lichita, con el envase de Coca Familiar y el cartoncito que funcionaba como una rustica tarjeta de crédito. Las tortillas, la cebolla, el refresco y medio de molida. “ ¡Ahhh y unos chetos Lichita!”. Correr con la bolsa y el refresco toda la cuadra de regreso a mi casa, pararme en la sombrita de la mora, esconderme los chetos en la bolsa de la bermuda y poner todo en la mesa.

Me quito el sudor de la frente con el brazo y me vuelvo a acostar en el piso de la sala, comiendo chetos y cuidando de no hacer mucho ruido al masticar; a esperar que el interminable día pase, a que baje un poco el sol, a que regrese mi padre del trabajo con una revista, a desaburrirme. Bájate del avión, FZ-10...

Y ahí estaba yo; renegando del aburrimiento sin saber que jamás regresaría esa clase de ocio.

Verde


El verde, el placido verde de los sueños. Siempre ese verde de bosque, con rayos de luz colándose entre las hojas de los árboles, como si el mundo entero se moviera en cámara lenta.

El olor a vida, a plantas, mientras se esta solo por horas, o por minutos largos. Probablemente sea de mañana, pero en los sueños nunca se puede saber la hora exacta; realmente no importaría.

No tendría por que regresar de ahí. Todo esta en orden. Como parte de un cuadro armonioso en formas y colores, nada desentona.

Sentado entre el pasto y la tierra, imaginado otras cosas, más allá de los sueños. Pareciera que por un instante todo cobra sentido. Son esos pequeños lapsos donde se puede creer que hay un motivo, un porque de las cosas.

Inamovible, casi eterno. Pasan los rostros y los momentos.

Recargando el mentón en las rodillas, se imaginan vuelos, o se recuerdan cosas, apenas destellos de otros tiempos.

Probablemente sea de tarde, en el pequeño pueblo, cuando la gente regresa de la laguna, los niños en shorts.

Y en el bosque la luz floja y anaranjada hace mas irreal lo que solo existe cuando se cierran los ojos, y al final todo cobra un color azul morado, antes de que la luna comience a brillar en los troncos y las piedras.

El viento refresca. Se oye el crujir de las ramitas secas al regresar.

A lo lejos, Se ve la luz del patio de la casa de la abuela.

Se que voy a despertar.