sábado, 16 de julio de 2011

Postales mentales

1

La partera me tomo por los tobillos, sus manos resbalaban en sangre y grasa. Cortó el cordón umbilical a dentelladas y con una sonrisa casi diabólica nalgueo mi trasero una, dos, tres veces. Cuando grite, pude estrenar mis oídos y así supe que el rocanrol correría por mis venas. Por el pelo descuidado y el aliento a whiskey americano, hubiera jurado que la vieja que me enredaba en una sabana era Janis Joplin, avejentada y socarrona.
De reojo vi el rostro sereno de mi madre mientras mamaba de su seno.
Pero nada de esto lo recuerdo.

2

Del viejo estéreo salió un galimatías, un capirotada sonora que surco a surco, se volvía más terrorífica y amenazadora, como un sueño esquizofrénico, una pesadilla donde despertar no sirve de nada; si ya antes la voz re grabada quien sabe cuantas veces, me había hecho sentir una experiencia extraña ( después aprendería su nombre: Melancolía), lo que salía de las bocinas Fisher, simplemente me estaba llevando al limite; era un torbellino voraz, que en medio de la oscuridad de la sala, bien pudo haber abierto una puerta a otra dimensión. De hecho lo hizo.
Luego la melodía juguetona trae un poco de “normalidad” ( imposible esa palabra en esta canción) y el eco en la voz nerviosa que de nuevo se desvanece y ahí esta otra vez el ruido , todo mezclado, haciéndome rechinar los dientes, extender los brazos, abrir los ojos y no ver nada, patear el sillón , carcajear y gritar, y de pronto: Nada. Un acorde en piano que como un rayo de tormenta que durará una eternidad, va diluyendo poco a poco el éxtasis y…

El mal ha sido hecho.

3

Sudaba y a cada brinco escurrían gotas de sudor de mi frente. Una guitarra imaginaria sostenida entre las manos dibujaba notas aun desconocidas mientras la diminuta grabadora escupía palabras que yo repetía como un loro, pero cuyo significado apenas alcanzaba a vislumbrar.
“¡Sara!, gritaba Caro Quintero… Y aunque ahorita este hasta atrás nomas que salga, nos fumamos un kilo entero… ¡Ay Sara, como te quiero!...” Gritaba la voz rasposa del casete grabado.
Iba en quinto de primaria y ya calzaba unos tenis converse blancos, un pantalón despintado con cloro, roto de las rodillas; me salía de clases para robar canicas de un centro comercial y hacia dibujos obscenos en clase.
Aun no se por que nadie en mi familia lo vio venir.

4

Me revolcaba en el suelo mientras la guitarra desafinada chillaba como un puerco que iba al matadero. Mi cabello ceboso me hacia ver mas estúpido que rocker, pero eso era lo de menos; al fin había encontrado amigos, si, AMIGOS, que pensaban igual que yo, que compartían la misma visión distorsionada de las cosas y que, como yo, querían tocar con el mayor desenfado y la mayor rabia posible. Ray el master del rocanrol en mi vida; Ruko, mi carnal, mi Mcartney, mi Novoselic, mi Eric Melvin (si, así soy de mamon e iluso como para creerme que puedo jugar el rol de un Lennon, de un Kurt o de un Gordo Mike); Pablo y Lalo, los compinches que aguantaron gran parte de mis malviajes… después vendría el Trusko, pero esos son renglones aparte; y el Rojo, el Rojo es vitalidad andando.

Las canciones surgieron desde el principio y, hasta el final, son lo único que queda.

5

Vomité ebrio y me senté sobre el charco apestoso en la entrada de mi casa. Sin fuerza para ponerme en pie, vi salir el sol entre el humo de los altos hornos. Casi a media mañana mi padre me tomo por las axilas y sin decir una palabra me ayudo a quitarme los pantalones sucios; el agua fría de la regadera por poco me regresa algo de sobriedad. Es Miércoles, no se como pero consigo una caguama mas. Flema en mis audífonos. Mi rodilla izquierda con un esguince, otra semana perdida en la Facultad, demasiado viejo para ser joven.
La tarde cae y mis pasos de crudo me conducen a la casa de Trusko. ¿Cómo le hace para tener siempre un trago para un amigo? No lo se. La madrugada nos alcanza y reímos como lo que somos: Un par de viciosos sin preocupación alguna. Entonces pienso que el punk es como estar en la parte mas podrida de un infierno región 4 y disfrutarlo.

6

Si, tener horario de oficina quita mucha libertad…solo dispongo de dos o tres días de la semana para embriagarme y curiosamente, lo hago en solitario. 16,323 canciones esperan ser escuchadas, pero redundo en las guitarras de palo opacas, las voces calmas, distorsiones lentas con gritos apagados, sonidos pastosos. Puedo darle una revisada a lo sicóticamente extraño en una madrugada. Intentare conseguir más discos de vinyl, libros raros, cerveza alemana, cosas que un sueldo puede comprar. Que extraño: En esta habitación hay 3 guitarras, 4 cables, 2 pedales de distorsión y un amplificador Fender de dos bocinas, empolvándose, sin uso. Me viene a la mente la guitarra quebrada, regalo de mi tía Mary, que lleve a resanar dos veces, que normalmente solo tenia las 4 cuerdas mas graves y la cual tocaba diariamente, religiosamente; con la destreza de un topo y el entusiasmo de un puberto.