viernes, 22 de junio de 2012

Niños Mutantes

Me fascinan los Niños Mutantes. No se por que nunca había escrito sobre ellos. En realidad, hay muchas cosas que no he exteriorizado en este pedazo de pantalla negra.
Los descubrí hace  ya bastantitos años, en un CD compilatorio que regalaba la extinta (al menos en México) revista Española RockSound. Ahí venia una canción llamada “Tu Perro 2” y eso basto para que quedara enganchado. Con el internet todavía en pañales (al menos en mi ciudad), batalle  bastante para conseguir algunas canciones sueltas y seguir maravillándome con el sonido mutante.
Y sucedió que por el 2006 o el 2007, no recuerdo bien,  Johaben, Emanuel y  yo peregrinamos a DF  en un camión lleno de punkis regiomontanos con la intención de ver a NOFX en el Corona Music Fest. La fallida y anárquica presentación de los Californianos duro tan solo 10 minutos (con granaderos incluidos), pero esa es otra historia… El caso es que horas antes pudimos pasearnos por el Chopo y ahí conseguí los discos “Mano, Parque, Paseo”, “Canciones para el primer día de la tierra” y “El sol del invierno”.
Sobra decir que me pase horas y horas  escuchando y re-escuchando estos tres discos y con cada oída me daba cuenta que me estaba convirtiendo en un fanático de la agrupación granadina y es que, ¿Como no hacerlo?  Las canciones de Niños Mutantes  poseen una simbiosis perfecta entre letra y melodía; guitarras eléctricas con distorsiones oportunas y bajo y batería contundentes, envuelven un pop exquisito que muta (claro) en un rock potente de clara influencia noventera.
Y es esa la mayor virtud de Niños Mutantes: El equilibrio perfecto entre la sutileza del pop y la fuerza del rock. Esto aunado a la poesía minimalista de su vocalista y letrista Juan Alberto Martínez, lo que se obtiene es una marea sonora, a veces calma, brava en ocasiones, que  toca fibras.
Y he aquí la  importancia de las letras en castellano: Antes de escuchar a Niños Mutantes  no había conocido  ninguna banda en español  que me transmitiera lo que las canciones de estos Niños Mutantes;  hay intrínseco en ellas un dejo de nostalgia, un dejo de derrota, de desamor,  pero también  apenas un vislumbre de esperanza.

 Lejos ya aquellos primeros años dosmiles, Los Mutantes regresaron en el 2008 con un disco llamado “Todo es el momento”. Con las guitarras domadas, ritmos pausados y sonidos más cercanos al folk y a la americana de Calexico, los Niños Mutantes  maduraron; al contrario de mi, que solo envejecí. Sin embargo, la esencia sigue estando ahí;  aun con un sonido claramente depurado que se hace mas evidente en los siguientes discos (“Las noches de insomnio” del 2010 y “Náufragos” del 2012), las letras cargadas de melancolía y las  melodías como anzuelos siguen siendo el sello de la casa.
Me alegra saber que Niños Mutantes  comienzan a tener (tarde, por cierto) el reconocimiento masivo que no tuvieron durante sus primeros años.
Hoy, sin revistas de rocanrol impresas pero con un internet todavía mas o menos libre, he ido topándome con bandas como Vetusta Morla, Deluxe o Lori Meyers,  y reconozco que son  muy buenas; sin embargo, como Niños mutantes, ninguna.
Para mí, ellos son los amos y señores absolutos del power pop en castellano.


Ojala y los pudiera ver en vivo antes de dejar este mundo de mierda, si no, ni hablar; solo me asegurare de tener siempre mis audífonos bien puestos.

Las fotos las tomé prestadas de la webpage de niños mutantes

martes, 12 de junio de 2012

Hilos sonoros para zurcir el alma...


La  dulce y nostálgica modorra de  Best Coast.


La extraña belleza en la simplicidad noventeramente melódica de  The Muffs.


El ensueño oscuro y delicado de The Unthanks.


La rabia contenida en aparente calma, se desborda por la lengua y la guitarra de Anari.

Hilos sonoros para zurcir el alma.
Un domingo por la tarde, el malestar permanente.
El miedo de niño. Reconocerse uno mismo como un extraño.
Observé el vacío en sus ojos. Como una tumba abierta.
La culpa es una sabana de alfileres oxidados, agua rancia en el desierto, el aire tibio del verano.
Y entonces es mejor guardar las palabras, las canicas ganadas con la agüita preferida. Mentira. Nunca tuve habilidades para los juegos de niño.
 Golpecitos repetitivos en el vientre, para que las ganas se vayan  y poder seguir jugando.
El camino de ida, con los audífonos viejos bien puestos. La noche entera cabía en ese auto. La carretera oscura llena de pozos y el silencio permeándolo todo, excepto mis oídos.
Con el día clareando, los preparativos para el funeral comenzaban. 
Ojala hubiera sido  un sueño, pero no  fue así.
¿Para que seguir hundiendo este palillo de dientes en la encía lentamente?
Poco tiempo queda.