domingo, 28 de octubre de 2012

Abúlico

Fue entonces que hubo un punto de inflexión. Comence a escuchar cosas que languidecían  con hermosa cadencia; era una coronación sonora a la displicencia. Y todos dicen "aburrido", pero  esa música es un viento suave que me baila sobre el pecho, que mece  mi apatía. Es la eterna tarde del domingo. Fatiga crónica, un intento de comprensión a lo inmovil. Una falla del ánimo.
Poco a poco todo comienza a perder importancia. Y lo que se mueve a paso lento, lo que se arrastra, va dejando senderos de desechos mentales, como si desprendiera capas de carne y piel que no son otra cosa que recuerdos distorsionados.
Y es cuando  apenas se logra vislumbrar que esa calma, esa falsa calma, es un torbellino de fuerza, un lamento  pidiendo a gritos una cura; un trago mas, un jalón mas, una caladita mas, una arreglada mas y ya.
Entonces todos los que ya no nos morimos a tiempo, entendemos tarde o temprano que esa calma, que esa suavidad mal disfrazada es el consuelo de la rabia que asoma a destellos.
Los que viajaban a tu lado, o se bajaron del tren en la parada anterior o ya no entienden tus balbuceos. Sabes que ahora vas solo.
Con la vista clavada en ningún lado, veo que todo queda reducido a un cuerpo con número. Un laberinto para ratas que habrá que recorrer  hasta la muerte. ¿Salida? no hay tal cosa. Solo quedarse inmovil, paralizado, abúlico; y que no se enteren que hay una melodía resonando en las paredes de tu craneo.

Hurgar hondo en la nariz

34 pesos en mi bolsa y eso es todo. Discusiones de nivel tan bajo, como " yo aporto más que tu, bla bla bla...". Ella habla de mi inmadurez. MI INMADUREZ.  Así le dice a mi deseo de escuchar música y beber cerveza en mi tiempo libre. Soy terriblemente inmaduro. Fiestas de niños. Mira quien lo dice.
Me dirijó irremediablemente a un colapso, a menos que un milagro ocurra. Pero, ¡oh, mala suerte!  ya no creo en los milagros. Mugre bajo las uñas. Dolor de muela intermitente. Jodido del ojo izquierdo por culpa de mis lentes rayados. Jodido por mis decisiones. Jodido por respirar oxido en polvito. Como un perro asustado. Como una rata acorralada. Como  un pez enganchado. ¿Preocupacion o hartazgo? ¿Ocio o angustia?
Ahora bien, no se trata de lloriquear frente al monitor; por que  no se trata de buscar un terapeuta o empatizar con algún hipotético husmeante. Tan solo  es un intento de ver las telarañas dentro de la cabeza  formando palabras que con suerte decodifiquen apenas una viruta de mi malestar.
¿Qué queda? hurgar hondo en la nariz. Sacar mucosidad de color negro y esperar...
Ahora recuerdo que cuando era niño tambien tenía preocupaciones atroces; Solo que hoy, mis preocupaciones de adulto, parecen tan reales.
Tal vez  cuando muera me de cuenta que no lo eran tanto.