lunes, 24 de diciembre de 2007

1

Larga caminata mañanera; el viento frió en las mejillas resecas.

Dulce separación del vicio. Se pueden ver cosas distintas, como a través de un vidrio mas limpio.

Las chimeneas industriales arrojan su humo negro, y hasta eso encaja.

Deje de aferrarme a todo el antiguo ritual del sufrimiento existencial.

¿Quién sabe?, Podría ser mi oportunidad.

Mis tenis sucios me llevaran a un lugar seguro.

Si, mi sombra en el asfalto va un poco mas adelantada que yo; intuye algo que no se.

Mi voz resuena en mi cabeza, mi voz, como un mantra.

También esas canciones tristes, pero por alguna razón suenan diferentes.

Reconozco las nubes, no son de este tiempo. Son de una Palestina vieja de la cual guardo un recuerdo falso, apenas una imaginación; o de un 1995 estático en mi memoria.

De cualquier forma ya no me afecta, es mas como un amigable equipaje sensorial.

Esperanza, ¿es eso? ¿Procesos químicos haciéndome ver oasis de algo cercano al optimismo?

Paz. Tiene que ser Paz.

Solo falta ella.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Tiempo

No me veras por que tu tiempo no es mi tiempo.
Cuando sales a la calle con la vida a cuestas, yo duermo en la más miserable (para ti) de las autocomplacencias.
Cuando te esmeras en conseguir todos tus juguetes dadores de estatus que te convierten en el hombre simio de los guijarros más bonitos, yo sobrevivo soñando las cosas que te repugnan.
No seré yo quien te juzgue, bastante tienes con los juicios de tus jefes, amigos, familia y compañeros.
Cuando atiborras tu cabeza con todos esos datos importantes, yo me revuelco en la inmundicia (para ti) de lo pueril.
Aceleradamente, dedicadamente, responsablemente, inteligentemente, jamás tienes tiempo para ser. Yo ya no soy, pero me siento mas vivo.
Me he tomado el tiempo; ese que a ti te rinde tan poco. Me he dejado caer de bruces al vacío, ese que tanto miedo te causa y que ironicamente llena tu vida.
Tal vez me arrepienta. Tal vez tengas razón. Pero creo que para ser una cobaya tome algo de valor.

Hasta luego luces artificiales y agua en conitos de papel.

Hasta luego días que no son días.

Hasta luego yo acobardado.

Hasta nunca, ojalá.

Principio

Veo sus tenis azules y una parte de sus piernas. Gente entrando y saliendo. Tarde nublada y fresca. Suicidio. Dicen su nombre, pero no lo retengo. Univision. Mi mamá cambia el canal. De pronto me parece una tarde un poco triste.

***
Tuvo que ser en Septiembre de 1993, en mi ultimo año de secundaria. Afuera hace calor, pero la casa de mi tía esta fresca. Es uno de esos días donde todos duermen la siesta y la televisión solo es para mi. El sol fastidioso se cuela por las cortinas y mientras voy buscando algo interesante, aparece esa imagen: es desmadre, desmadre en un auditorio, un güero de pelo largo orquestando todo, pero lo mas impactante fue el sonido: jamás había escuchado nada como eso; ¡que pinches guitarrazos! Pase toda la tarde esperando que el MTV pasara de nuevo ese video, cosa que no sucedió. En ese entonces los “VJ´s” no eran tan repetitivos. Ni tan estupidamente ñoños. Me olvide de esa canción estruendosa y estimulante, pero solo por un tiempo.

***

Había un negocio donde rentaban cd`s; estaba en los Bosques, cerca de la EIME. Los casetes todavía reinaban, pero los discos compactos ya empezaban a ganar terreno, aunque seguían siendo muy caros para la mayoría de los clasemedieros como yo. Así que lo que hacia era ir a rentar algunos cuantos cds ( como si de videojuegos se tratara) y después lo grababa en un casete en el estero de mi casa.
Es un sábado al mediodía en pleno verano; paseo la vista por las paredes llenas de portadas y ahí esta: me atrajo casi magnéticamente; todo ese azul celeste, tan refrescante, y el niño tan libre ahí nadando y luego repare en el dólar como una carnada y entonces se me hizo muy gracioso. Después el nombre del grupo: era tan intrigante, con esas letritas medio serias, no sabias que esperar. Le doy vuelta a la portada y esa foto del changuito con casco, mas la foto borrosa de esos tres tipos, pensé: “tiene que ser rock”.

***

Tarde-noche. Es la primera canción. No puedo describir esa sensación. Electricidad. Jamás, había escuchado algo así. Es como un golpe, ese rasgueo y luego ¡BOM! Todo explota; como una marcha que intenta arrasar con todo y luego, calma otra vez, y luego va creciendo, creciendo, creciendo, c R E C I E N D O y de nuevo esas guitarras y la batería como queriendo romper todo. No lo pude evitar, antes de seguir escuchando las demás canciones, tuve que regresar la primera.
Después cada canción me descubría pasajes sonoros que jamás había escuchado. Me sorprendía encontrar esa pequeña, oscura y hermosa isla con solo voz y guitarra, en medio de ese océano de distorsión. Potencia; el perfecto equilibrio entre ruido y melodía, entre calma y rabia, entre grito y susurro, y el fúnebre final, triste e hipnótico, haciendo con dos tonos lentos lo que muchos no logran con técnica y años de conservatorio: transmitir. No había pretensiones ni requintos apantalladores; todo lo que había era esa música capaz de hacer que mis tripas temblaran, atrapadas en ese estado único de excitación, algo muy cercano a estar enamorado.
Después, solo horas y horas de escuchar un casete grabado, sin descanso, con esas 12 canciones. Fue un buen verano; aislado en la biblioteca Pape; entre Lovercraft, JJ Benítez, Stephen King, y esas tardes encerrado en mi cuarto con la vieja guitarra de palo, intentando reproducir ese ruido extraño.

***

Me entere cuando entre a prepa. Tal vez lo vi en televisión o alguien me lo dijo. Ya no existía. Se había dado un tiro el vocal y guitarrista. Instantáneamente me vino a la memoria aquella lejana noticia. Llore. Fue un duelo tardío y una sensación extraña; me sentía medio tonto por no saber que mi grupo preferido ya no estaba. Además sentía como si acabara de perder algo que en realidad estimaba.
Fue por ese entonces cuando descubrí el “desenchufado”. Lo ponían en la VHS de la Vaca Pinta, la cafetería que estaba enfrente de la prepa 24. También fue cuando descubrí su potente y sucio primer disco; no recuerdo si me lo paso Memo ( un amigo preparatoriano al que no he vuelto a ver) o lo rente junto con el “Pablo Honey” de Radiohead. Pero lo mas impactante fue ver ese concierto donde rompen todos los instrumentos, con toda esa rabia que me dejaba entre asombrado, medio asustado y queriendo ver mas y después, la calma; tranquilos tocando todas canciones tristes entre flores y gente atenta. Era Invierno. Mis amigos y yo haciendo tonterías. Por fin era un rockero adolescente. Camisas de franela, pantalones rotos.

Cuanto daría por volver a experimentar esa sensación de expectativa y libertad.

martes, 13 de noviembre de 2007

Domingo

La saliva pegajosa, los ojos sumidos en enormes ojeras violáceas, la barba crecida, el pelo grasoso, las manos temblorosas y las uñas negras, la piel reseca, la camisa arrugada, el estomago descompuesto, la sien palpitante, la frente ardiendo, la nuca pesada, la espalda molida, ardor en la uretra, la garganta llena de flemas y plastas de mocos duros y grisáceos dificultando la respiración, boqueando como perro cansado, vértigo horroroso que pareciera lanzarte fuera de tu propio cuerpo en vueltas interminables, gases, eructos, encías que sangran, fastidio, Televisa y Tv Azteca coronando el sin sentido, el aburrimiento y el hartazgo, imposible leer, imposible concentrarse en otra cosa que no sea el malestar, asco, hambre, mas asco, pesadillas tan vividas que se confunden con la realidad y todos los miedos, sol de tarde triste, viento de tarde triste, música de tarde triste, llorar con las noticias, llorar viendo las ciudades inundadas, sentir repulsión por lo que se es, Los sentidos amplificados, la habitación se cierra sobre mi, todos los problemas juntos marchando en la cabeza, niños jugando en la calle, recuerdos de cuando se es niño, el pendejo de la cuadra, no se puede soportar, “ ¿Te regaña tu mamá, marica? Jajaja ¡No sabe pelear!”, jodidos recuerdos, el temor a la muerte, la muerte de mis tíos, mis abuelos, la carretera, A la Siniestra del Padre, música que jamás se escuchara igual, miedo, incertidumbre, nostalgia, pareciera que se tiene agua en la cabeza, miedo como cuando se es niño, miedo irracional, miedo de las sombras y de la oscuridad y de los duendes que brincotean en la cama, miedo e imágenes religiosas, dos niños caminando por un puente, atravesando un bosque oscuro y un enorme ángel luminoso y asexuado detrás de ellos, alacranes pegados en la cortina del baño, funerales, la casa sola de mi abuela, callada, triste, recuerdos ligados a la música, OK Computer, hospitales, nada tan feo como un ser querido en un hospital, el silencio de los inocentes, terror puro, y...¡ehhhh arriba!, Ducha fría, el cuerpo se tensa y empieza a reaccionar, empieza a pasar, un poco (solo un poco), el malestar se diluye y llega algo de alivio; el sol casi se ha ido y con él, el pinche domingo de mierda.

martes, 6 de noviembre de 2007

Pasado

La recuerdo con su aliento a chocolate; carcajeando con mis chistes malos.
Recostada en el pasto del parque, hallando formas en las nubes, mientras su mano apenas tocaba la mía.
La recuerdo caminando en tardes que se escurrían juguetonas, cuando todo lo que quería era un minuto eterno.
Tarareando las canciones de mis walkman, maquinando sueños imposibles, con sus tenis gastados y las calcetas moradas.
La recuerdo escribiendo en su diario, con letras chiquitas y sentimientos grandes; con el fleco despeinado y las manos hermosamente delicadas.
Saltando bajo el cielo nublado, incapaz de desprenderse del olor a tierra mojada del viento fresco.
La recuerdo con su falda celeste y la blusa blanca manchada de nieve de vainilla, distraída, pensativa, para luego explotar en risas y ademanes.
Sentada en la mecedora de su casa, oyendo cantar a los grillos, mirándome a los ojos sin decir una palabra y obligándome a bajar la vista.
La recuerdo ese domingo, con los labios pálidos y partidos por el frió, y su enorme abrigo beige, leyendo divertida las tiras cómicas del periódico en la cafetería.
La voz baja en el teléfono, las pequeñas discusiones, sus confidencias, sus bromas y su llanto silencioso.
La recuerdo en aquel viaje sentada junto a mi; en ocasiones no había palabras, solo el quedarse quieto y rogar que mi sudor no la incomodara.
Mediodias esperando la salida, los caminos con los autos desesperados, todas las charlas y sonrisas inocentes.
La recuerdo esa ultima tarde, cuando no pude decir lo que debía. La recuerdo cruzando la calle, con el pequeño libro que le regale bajo el brazo, sin voltear atrás; tal vez demasiado molesta por mi personalidad blandengue, alejándose de mi por siempre.
Hace días la vi, con su esposo y sus dos hijos. Convertida en una mujer adulta, con el cabello arreglado y el rostro sereno.
Voltee la vista; no quería cambiar mis recuerdos, no quería contaminar ese mundo lejanamente extraño y de colores vivos que habita en mi cabeza, con la fría realidad de mis días actuales.

Para mi, ella jamás creció ni salió de secundaria.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Mi amigo el Cucaracho


Escondido entre el jabón y el shampoo, descansando en la ventana del baño, con las patas húmedas y las antenitas moviéndose de aquí para allá, me saluda mi amigo el cucaracho.

Cualquiera, victima de la repugnancia, hubiera cambiado de jabón y asestado tremendo chanclazo, pero no yo; abandonado por quien juro amarme hasta que la muerte nos separara, enredado en la mas insípida, desesperante e insana de las rutinas, olvidado por amigos y parientes, vi en aquel pequeño y café ser, el motivo para terminar de volverme loco o bien, la oportunidad de encontrar un nuevo amigo.

Yo tomaba el jabón y el corría al otro extremo de la ventana; en ocasiones bajaba por la esquina de la pared y se posaba cerca del piso. Curiosamente jamás intento volar; tal vez no era de ese tipo de cucarachos. Yo me duchaba apresurado por no llegar tarde al trabajo y mientras me escurría el agua por la cara intentaba ver si no había escapado.

Con el pasar de los días llegue a hablarle; le decía “¿qui`hubo cabrón?” o “¿Qué pedo, Como amaneciste güey?” cosas así.

De pronto me descubrí dejándole restos de comida a la orilla del excusado y mientras imprimía alguna copia en el trabajo a media tarde, pensaba:” ¿que andará haciendo el pinche cucaracho?”. Nunca le puse nombre; de alguna manera eso me parecía patético por que en si, el cucaracho no era una mascota; era mas bien como un compañero de trinchera y me molestaba la idea de llamarlo de una forma que a el no le pareciera, como cuando le pones un apodo a alguien solo por el afán de joderle la existencia. Realmente no quería portarme así con el.

Llegaba del trabajo y el primer lugar que visitaba era el baño, buscándolo entre los rincones y hablándole como si escuchara mi tono amistoso de voz. Echaba una meada y de pronto ahí estaba: paseándose por el lavabo moviendo sus antenas como saludándome después de una larga jornada.

Fue una tarde de un domingo, crudo y con vaso de whisky en mano, lo encontré pegado a la cortina azul celeste del baño. Me senté en el excusado y le conté toda mi desgraciada vida; los amores perdidos, el día que me aporrearon en segundo de secundaria, mis problemas con la autoridad y aquella cena familiar cuando llegue cayéndome de borracho avergonzando a mi madre. El movía sus antenas, como diciendo: “Tranquilo, no pasa nada; mira que hay cosa peores que ser un humano”.

Una mañana me asuste al no verlo; me cepille los dientes, me duche y seguía preocupado por no encontrar rastro del cucaracho; justo cuando me enredaba la tolla a la cintura, vi que salía tímidamente del resumidero; no lo pude evitar y esbocé una amplia sonrisa. Todo el día estuve de buen humor.

En una ocasión estuve a punto de pisarlo; con un intenso dolor de estomago y una diarrea que me había comenzado a atacar desde la mañana, esa tarde entre corriendo al baño sin tener un mínimo de precaución; desabotone y baje mis pantalones y tras un sonoro pedo y una gratificante defecada en chorro, seguida de una sensación realmente liberadora, lanze un suspiro de satisfacción y con los ojos cerrados recargué mi barbilla entre mis manos.

Fue entonces que abrí los ojos y lo vi a escasos centímetros de mi zapato. Ahí estaba quieto, no se si reprochándome mi falta de cuidado o si realmente estaba preocupado por mi estado de salud. Falto poco para que lo tomara entre mis manos y le jurara jamás volver a irrumpir en su recinto de esa manera.

Durante un tiempo no me detuve a pensar en mi comportamiento anormal; pero cuando rechacé una invitación de una chica del trabajo para salir a cenar por no querer dejar solo al cucaracho, comencé a pensar que tal vez estaba llegando algo lejos. Entonces comprendí que sentir aflicción al ver los anuncios de insecticidas, tal vez no era tan sano, en eso de la cuestión mental. Pero no me malinterpreten; mi estima por el cucaracho jamás se desvaneció; simplemente no quería comprometerme tan a fondo con el.

Asi que un fin de semana tome un recogedor y sin decir palabra alguna, lo inste a que subiera en la paleta. El dócilmente, como entendiendo que algo ya no engranaba bien, subió. No pude evitar sentir un nudo en la garganta y aguantando el remordimiento lo puse en un frasquito de vidrio que envolví en papel estraza.

Conduje hasta el basurero municipal, anochecía. Baje del auto y camine unos metros adentrándome en las montañas de desechos, sintiendo como el viento me llenaba los pulmones de un olor a podrido, y suciedad. Tras la mirada curiosa y extrañada del guardia, me puse en cuclillas y abrí el frasco.

“Vas a estar bien güey, no chilles”- le dije con un hilo de voz. “Mira cuanta mierda y mugrero,
¡estas en el paraíso cabrón! Y sin morirte”. El solo camino apresurado unos centímetros y se detuvo. Movió las antenas y se perdió entre bolsas negras, botellas, latas y envolturas de alimentos. Alo lejos vi a unas ratas escabullirse. Sabía que jamás lo volvería a ver.

Al llegar a la casa, me serví un trago, encendí la televisión y fui a orinar al baño. La tristeza apenas comenzaba a disiparse cuando me percaté del pequeño óvalo café que asomaba por el resumidero. No lo pensé dos veces y lo aplaste; crujiendo bajo mi suela, de su cuerpo broto esa cosa oscura y viscosa que suele brotar de un cucaracho aplastado. “Demasiado viejo para comenzar a volverte orate de nuevo”, pensé.

Una vida en soledad, puede ser soportable.

Una vida sin sexo, nunca. Me lo dijo un cucaracho.

Ganga

Coleándole unas horas a la vida, cantando melodías populares, silbando dos que tres temas de Celso, colgado en tendederos de arrabales.
Sentado entre los charcos apestosos, jugando con monitos luchadores, en tierra, en concreto o en el lodo, los pies siempre descalzos y fangosos.
Los perros que se mueren de la roña, la risa que no sabe de pobrezas, la raza que ha crecido siempre sola, amor hace brotar de las banquetas.
Se pierden deambulando por las calles, su mundo no lo entienden los trajeados, es mas fácil decir “son criminales”, que ver lo que hay detrás de cada cholo.
Las tardes que se mueren entre cumbias, las noches que se caen en tejabanes, la raza de la esquina, los carnales, que no bajan bandera ante rivales.
Se rola la botella y el cigarro, siempre habrá alguien dispuesto a tirar paro, se escurre de la tira entre los carros, se puede tener suerte o chupar faros.
Se tiene corazón de alcantarilla, los sueños que se ahogan en los arroyos, se curte el alma a base de chingazos, la vida se acostumbra a los embrollos.
De pronto el sol es la única cobija, y la única salida es muy oscura, de pronto el vicio ya no causa risa, se siente de cerquita a la huesuda.
La piel llena de tatuajes mal hechos, con los ojos vidriosos y un tabiro, se traga la desgracia en un suspiro, se guarda todo el llanto en el pecho.
Tomándose una cheve en la cantina, echa a volar la mente hacia el pasado, la pena y la alegría se fugaron, dejándolo parado en una esquina.
Sin morra, sin la clika, sin carnales, camina solo como un triste perro, busca en los callejones las señales, de que toca su turno, o algún fierro.
Su blues no lleva los tonos del Delta, Su blues es una cumbia cadenciosa, su cruz y su sepelio trae a cuestas, y dos lagrimas negras silenciosas.
Coleándole unas horas a la muerte, ve reflejado su rostro en el cieno, en espera de algún vato valiente, que le pague el pasaje pa`l infierno.

jueves, 4 de octubre de 2007

AudioSensaciones

Los cuatro grupos de abajo son los que no dejan de sonar desde hace semanas en mis discman, en mi casetera (así es, sigo escuchando casetes), ni en mi Winamp. A continuación los describo en base a las emociones que me despiertan.

Grandaddy.
Un amanecer extraño, tal vez en un pequeño prado de hierba verde que se mece con el viento fresco y un cielo que se traslada de un insipiente naranja amarillento hacia un azul celeste cada vez mas fuerte, mientras a lo lejos se distingue la ciudad y sus edificios y automóviles y su gente apresurada, y se les puede imaginar, llenando todo con su ruido.
Afortunadamente no estoy ahí; y este hermoso oleaje sonoro provoca que mis sentidos se acentúen, que el tiempo se dilate y los acordes, la voz, y los pequeños ruidos de computadora sean capaces de mantenerme en una cómoda y tranquila esfera llena de melancolía.

Grandaddy es (¿era?) un manantial de música fresca, en un oscuro pantano de modas y grupos mainstream.


Kyuss.
El golpe se siente en la cabeza y en el estomago; todo es grave, bajo, profundo. Se puede sentir el polvo de un viejo camino en los ojos y en la boca, mientras bajo, guitarra y batería, como bestias endemoniadas se revuelcan en una pelea rabiosa de distorsión y sonidos duros. No hay conceciones para nada que no sea rock primitivo; tambores salvajes y agresivos, acordes que hacen temblar bocinas. Sonido grasoso, canciones que transpiran sudor y alcohol en exceso, rudeza sonora que no permite que se olvide que la actitud SIEMPRE es primero.

Con Kyuss, la sensación es la de ir conduciendo en una solitaria carretera en el desierto, dejando que el viento cálido del ocaso me vuele la cabellera, mientras piso el acelerador a fondo y me bebo la segunda cerveza del six pac.


Social Distortion.
El feedback que se escapa del estereo es solo la premisa de lo que viene: verdaderos himnos a la mala suerte, perdedores apostando su ultima moneda, el desamor arañando la espalda de algún tipo abandonado. Rock and roll sucio y desesperanzado. Desde la primera oída no acudió a mi mente otro termino que el de “Blues punk”. Guitarras ahogadas en tristeza y resentimiento contra todas las cosas que se han salido de control, la impotencia de saber que se esta mal y continuar por la misma senda de perdición.
Dolor, rabia, círculos viciosos entrelazados que forman espirales y van bajando hasta el infierno, de eso están hechas las canciones que escupe el señor Ness.

Social Distortion es blues ruidoso para punks con alma vieja y dolorida.

The Arcade Fire.
Emociones que se van desenvolviendo como un torbellino; recuerdos, nostalgia, tristeza conducidos y dosificados por una voz desquebrajada; la sensación de ser parte de algo único, como un secreto que se esparce en al aire para que lo escuche quien tenga la disposición. Sonidos que expresan dramatismo pero que de ninguna manera llegan a sentirse falsos.
Emotividad a flor de piel, canciones que transportan al pasado, a la niñez, a la soledad; canciones que enternecen, que provocan, que poco a poco van engullendo los sentidos hasta que todo el cuerpo es parte de un climax explosivo de melodías, voces, teclados y violines.

Retratos sónicos que capturan la belleza y la catarsis, con toda la intención de trastocar los corazones; Eso es lo que hace The Arcade Fire. Y se agradece.

Mi recomendación para quien no halla escuchado aún a estos grupos (creo que deben ser pocos), es que se den una buena zambullida en internet y los experimenten. Se que no se arrepentirán.

martes, 25 de septiembre de 2007

De pie frente a las ruinas


Mi mundo se desmorona. Se va con el agua sucia por el resumidero. Se retuerce y cae en virutas por el laberinto oscuro de la cañería.
Y yo de pie frente a las ruinas, esperando ver los fragmentos de cuerpos, esperando con miedo ver los rostros desencajados. Y distingo las varillas oxidadas, y los pedazos de concreto y la gente que grita. Que sensación tan más desoladora; son dos pisos de un edificio derrumbado, y todo el panorama es gris, como en esas tardes en que la luz del sol casi se desvanece.
De pronto, esperando el transporte publico. Lucecitas en el techo y un señor conduciendo apurado.
Es extraño; siento como si el camión volara y me sostengo con fuerza de un tubo que esta encima de mi cabeza. Cierro los ojos y el vértigo se afianza en la boca del estomago.
Cuando los abro, la calle es normal. Casi normal. El camión avanza tranquilamente, pero ahora esta esa pequeña niña mirando fijamente hacia mí. No puedo sostener su penetrante mirada y me asomo por la ventana. Hace frió.
-Fuiste tu.
La voz casi susurrada me tomo por sorpresa; voltee hacia la esquina del autobús y ahí estaba la pequeña, con una sonrisa apenas perceptible y un fleco negro casi cubriéndole los ojos. Su rostro moreno me pareció de pronto familiar.
-Tu fuiste.
-“No, no fui yo”, creí responder, casi automáticamente, aunque no sabia de que estábamos hablando. Pero la angustia apareció de nuevo, y los gritos de gente llorando y pidiendo ayuda, y entonces entendí a que se refería la niña. Y sentí que yo debí haber estado en el edificio junto con todos mis compañeros de trabajo, en lugar de ver desde lejos como se venia abajo toda esa estructura entre nubes de polvo. Los vi perderse entre el escombro y corrí lejos al oír todos esos lamentos. Tan lejos, hasta llegar a la estación.
El camión se detuvo en un semáforo. Mire a mi alrededor y pude ver la ciudad en llamas, en un tono naranja hipnotizante. El autobús se detuvo y una anciana subió, con pasos lentos, sosteniéndose de las paredes, con la cabeza cubierta por un manto.
Por la ventana, niños pequeños bailando, moviéndose, doblando el abdomen y la espalda, con arrugas, con las manos artríticas, con los ojos grises, con hilachos de pelo en la cabeza. Con risas como de enfermos.
No eran niños, eran enanos; enanos decrépitos bailando al compás de una música inexistente.
Sentí frió y ganas de salir corriendo, pero la anciana aun estaba en el pasillo, con su vestido negro y blanco y su cabeza cubierta por el oscuro velo. Encorvada, parecía sostenerse de un bastón enredado entre sus ropas. De pronto estiro un brazo hacia el frente, como señalando algo a mis espaldas. Por instinto gire mi cabeza y atrás no había nada, solo el color negro, profundo, como un espacio que se cierra deglutiendo todo a su alrededor.
Luego la Luz de la televisión. El ruido del ventilador, el techo de mi cuarto. Carlos Loret De Mola y su voz neutra hablando de todos esos muertos en el medio oriente.
La angustia se fue y me sentí tranquilo.
En mi mundo, nadie había muerto; era el mundo de la tele el que se desmoronaba.

sábado, 8 de septiembre de 2007

El jueves que fue viernes.

Es la cruda, tiene que serlo. No puedo estar sintiendo que volví a cometer un grave error nada mas por que si.

Unos cuantos vasos de whisky barato (y el antecedente de unas cervezas Indio) fueron suficientes para que a las 5:25 de la mañana me lanzara a la cama con la espalda cansada y sin mucha conciencia de lo que iba a suceder en cuanto el sol iluminara el maldito viernes, ultimo día de trabajo de la semana.

8:46 a.m. y en la televisión un escándalo; abrí los ojos pero no pude despegar la cabeza de la almohada. “Un ratito, solo un ratito mas”, sugirió esa voz interna que debería animarme a hacer las cosas correctas, pero que lejos de hacerlo, me insta a ser peor persona. Logro levantarme, voy al baño y todo da vueltas. Sentado en la taza, comienzo a cobrar algo de conciencia.

Salgo y tomo el teléfono. “Me siento mal, tengo diarrea, no puedo presentarme a trabajar”, me escucho decir por la bocina. “No tienes responsabilidad alguna; el lunes hablamos”. Eso dijo la vocecita del otro lado de la línea. Se escuchaba bastante molesta. Jamás aprendí a mentir.
Me tire de nuevo a la cama. Dormí. Horribles sueños vinieron a mi; hombres barbados en días de luz extraña; niños deformes con enormes sonrisas diabólicas, tiendas de pantalones atendidos por señoras frívolas que se carcajeaban en mí cara y de pronto estaba perdido en una carretera terregosa y sentía esa sensación de querer estar abrazado a mi mamá, como cuando niño. Quería llorar. Y timbro el teléfono.

Y ahora tenia plena conciencia. Viernes a las 3:16 p.m. solo en mi casa, y la culpa comienza a roerme el cerebro. “Necesito el dinero. ¿Cómo pude hacerlo? ¿Cómo pude hacerlo?” me repetía mientras veía el sol por la ventana. Llego mi novia, y en realidad necesitaba un abrazo; pero aguante bien los reproches. Me los merecía. Después, solo comí y me dormí todo el resto de la tarde.

A las 7:45 p.m. me duche y pase por ella. Iríamos al cine. Para mi era un sábado. Una película de comedia romántica. Cenar tacos, ver televisión. Dormir. Pero la maldita culpa no se va.

Hoy sábado, escuchando a Grandaddy, a la 1:30 p.m. estoy preparado para el Lunes. Lo afrontare con una sonrisa. Sonreiré.



lunes, 3 de septiembre de 2007

Tardes viejas




Solo es una tarde, una de tantas como las que se te han ido escapando.
Solo es ella pintando el pavimento con lucecitas y destellos de colores, como peces imaginarios que se escapan del asfalto.
Solo es tu pianito de juguete,arrumbado por el patio, llenándose de tierra.
Eres tu, sudoroso y con el aliento cortado silbando esa vieja canción.
Son todos esos tonos de naranja rebotando en su rostro, jugueteando en sus pupilas.
Es el viento cálido, es el ruido de los carros, de los pájaros, de los trenes y las televisiones de las casas.
Mi sueño antiguo y repetitivo.
Migajas de optimismo, disolviéndose en el mar de los tiempos que ya fueron.
Es tu mano y mi mano, y nuestro cabello revuelto y el caminar juntos.
Solo es la gente que se ha ido.
Es solo esta tarde que se escapa como otras tantas.

El primero

Bueno, al fin me decidí a escribir una parte de lo que pienso en esto que se llama blog.
No se que tan normal es publicar lo que se le ocurre a uno en Internet. Mas cuando (en mi caso) son solo obviedades y puntos de vista que al parecer solo serán de interés para mi y alguno que otro conocido.
De todas formas, aquí estoy comenzando esta clase de "diario" público y no voy a negar que siento algo de nervios e incertidumbre por que lo que antes me guardaba solo para mi y alguna que otra gente, ahora podrá ser visto por quien se le pegue la gana.
Sin mas por el momento, doy por concluido mi primer post; mismo que tal vez borre arrepentido y avergonzado tan pronto como sepa hacerlo.