jueves, 16 de abril de 2009

cuento con mechones azules

Te dejo ver un poco de mis cosas, que husmees tantito dentro de mi mochila. Después de todo no hay mucho para ver; música vieja grabada en viejas cintas, lápices mordidos, un walkman con botones que ya no funcionan y garabatos sucios en un cuaderno. Caminamos al lado del rió casi seco y sucio, con el ruido de los autos rumbando en las espaldas. Caminamos por ningún lado esperando que la tarde se haga noche, esperando nada.
-Este no lo había escuchado- Dices con los audífonos puestos mientras la cara se te ilumina con la ya poca luz del sol.
No digo nada. No se que casete es. Agacho la cabeza hacia mis viejos converse rotos y de reojo veo que sonríes mientras agitas un poco tu cabeza de mechones azules. Probablemente caminamos dos canciones mas, tal vez tres. Doblamos a la izquierda y cruzamos la avenida entre los autos.
Nos sentamos en los escalones de un gimnasio a esperar que pasara tu camión; tu no escuchabas nada, pero la música electrónica se escapaba desde adentro, mientras tipos musculosos en shorts entraban y salían.
De pronto se hizo un breve silencio y lo dijiste así como así.
-Me voy en cuatro días. A Zacatecas. A lo mejor ya no regreso.
Volteo la cabeza y te veo con los ojos cerrados, escuchando la música desde los audífonos como si nada existiera, ni yo, ni los musculosos, ni los autos.
-¿Y tu trabajo?
-Atender el mostrador de una farmacia no es la gran cosa- dijiste con una sonrisa socarrona y casi gritando.
-si, pero y…- Yo. Eso era lo que iba a decir: “Si, pero, ¿y yo?”. Me detuve.
-¿Pero que?
-Pero nada. 
El sol se había ocultado y la música electrónica del gimnasio retumbo en mis oídos, dulzona, fría y lejana.
Vi los carros pasar y detenerse ante el semáforo por cerca de tres o cuatro canciones más, con la vista fija y la boca cerrada mientras el viento levantaba tierra y papeles.
-Ahí viene mi autobús, ten; esta con madres- Te quitaste los audífonos y los tome sin presionar stop.
-Nos vemos mañana, ¿sale?
Moví la cabeza asintiendo. Entonces te subiste al viejo y ruidoso camión y te vi acomodarte en un asiento casi hasta atrás, y te fuiste.
La tarde siguiente no pase por la farmacia y así fue como no te volví a ver.
Sin embargo esa ultima tarde-noche esta viva en mi memoria, igual que la canción que escuchabas antes de subirte al destartalado camión.
Te deje husmear un poco entre mis cosas y tal vez ( solo tal vez) hoy recuerdes difusamente la voz de Thom Yorke cantando: “This is my final fit, my final bellyache, with no alarms and no surprises…”

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