miércoles, 6 de enero de 2010

21 años despues

Una fila de hormigas paranoicas atraviesa la cocina; alguna carga un pedazo de uña recién cortada. Los mosaicos terrosos a la luz del mediodía, y de afuera llega el eco lejano de una cumbia. Elvis gordo con la cabeza metida en el retrete, el agua mojando su copete sin vaselina. Ella quería que le contara un cuento para dormir, pero el cuento se durmió primero dejándonos a los dos con el ojo pelón en un sueño de adeveras. Entonces mis manos son las tenazas de una maquina de pescar monitos de peluche en el supermercado, y le toco las costillas como un terminador calenturiento. Te dije que te vistieras. La sonrisa se dilata, se alarga. Oh, oh. Ahí viene. Creo que esto dejara de ser agradable.
Todos los niños van en short y tenis al cumpleaños de tomasín, pero yo tengo que calzar mocasines bien boleados y vestir pantalón formal y camisa a rayas, con mi chamarra roja y mi pelo relamido. Soy un señor chiquito pegándole a la piñata. ¡Ay no!, es la parálisis previa al vomito, es el temblor incontrolable, es la saliva como agua, el periódico en el suelo, mi padre sosteniendome del antebrazo, la luz fastidiosa del foco de 100 watts y el pinche casete de obsequio por comprar unas chanclas con forma de insecto; la misma pinche canción por el lado A y B con esa voz dulzona y empalagosa -tan característica en las niñas chifladas que casi dan el brinco a la pubertad- perforando mi cabeza: “Me puse un zapatito / en una calle de cristal / entre muy despacito / en una nave espacial / salí casi volando / entre nubes de algodón / pise muy suavecito / dentro de tu corazón / arco iris de sueños / de colores pastel / de violeta, amarillos como miel / El color de la vida / esperando por mi/ y brincando un mundo nuevo descubrí / quiero andar por ahí, a donde vayas tu/ quiero ir junto a ti, en busca del amooouuooor...”
Mi hermana brinca por toda la casa al ritmo de la pista, feliz con sus huaraches nuevos con forma de alacrán. En el canal 5 pasan Dimensión desconocida, en domingo. Desperté un lunes a las 6:43 am, 21 años después.

martes, 5 de enero de 2010

Güeva


Ni música, ni vagancia. Pase una semana completa alejado del trabajo, pero aun así no pude salir de mi bache emocional. Ando “pa` bajo” y no se por que. Bueno si se, pero no debería ser para tanto. Volví a sentir miedo por las noches; miedo de niño. Me dormía por las tardes en el sillón,  en completo silencio y sin nada que hacer, más que babear mi sudadera y ver  con frió el borroso gris de la ventana. La música era la gotera de la llave y los ladridos de los perros. Si Trusko siguiera en Monclova, otra cosa seria. Lo extraño al cabrón.

¡Pobrecito del alcohol, cuanto tiempo le eche la culpa de mis males injustamente! La botellita me ve desde su esquina, como diciendo lastimeramente:” ¿ya ves güey como no era yo?”. Pos no, no eras tu.

Cena familiar navideña; rico pavo, ricos tamales, ricos frijolitos rancheros. Al día siguiente nos enteremos de la noticia: dos señoras asesinadas en nochebuena, dentro de su casa,  con tal brutalidad y saña que asquea y ofende el simple hecho de guardar semejante suceso en la cabeza.

Amigos esporádicos con esporádicas carcajadas y esporádico rebane. Un ensayo-palomazo lánguido, lánguido. La energía se ha diluido. Rojo se fue a Oaxaca. A relajarse. Que bueno  que al fin le cayo el veinte de que los pobres y jodidos, anclados a este pueblote de mierda, somos los demás y no el.

Una semana  güevoneando y no pude ir a ver al ruco.Ni a mis familiares.

Otro nuevo año. ¿Cuántos mas?