martes, 5 de enero de 2010

Güeva


Ni música, ni vagancia. Pase una semana completa alejado del trabajo, pero aun así no pude salir de mi bache emocional. Ando “pa` bajo” y no se por que. Bueno si se, pero no debería ser para tanto. Volví a sentir miedo por las noches; miedo de niño. Me dormía por las tardes en el sillón,  en completo silencio y sin nada que hacer, más que babear mi sudadera y ver  con frió el borroso gris de la ventana. La música era la gotera de la llave y los ladridos de los perros. Si Trusko siguiera en Monclova, otra cosa seria. Lo extraño al cabrón.

¡Pobrecito del alcohol, cuanto tiempo le eche la culpa de mis males injustamente! La botellita me ve desde su esquina, como diciendo lastimeramente:” ¿ya ves güey como no era yo?”. Pos no, no eras tu.

Cena familiar navideña; rico pavo, ricos tamales, ricos frijolitos rancheros. Al día siguiente nos enteremos de la noticia: dos señoras asesinadas en nochebuena, dentro de su casa,  con tal brutalidad y saña que asquea y ofende el simple hecho de guardar semejante suceso en la cabeza.

Amigos esporádicos con esporádicas carcajadas y esporádico rebane. Un ensayo-palomazo lánguido, lánguido. La energía se ha diluido. Rojo se fue a Oaxaca. A relajarse. Que bueno  que al fin le cayo el veinte de que los pobres y jodidos, anclados a este pueblote de mierda, somos los demás y no el.

Una semana  güevoneando y no pude ir a ver al ruco.Ni a mis familiares.

Otro nuevo año. ¿Cuántos mas?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un abrazOte karnalGas
se te extraña we
y protO tare por aya pa revanarla...