El ensueño oscuro y delicado de The Unthanks.
La rabia contenida en aparente calma, se desborda por la
lengua y la guitarra de Anari.
Hilos sonoros para zurcir el alma.
Un domingo por la tarde, el malestar permanente.
El miedo de niño. Reconocerse uno mismo como un extraño.
Observé el vacío en sus ojos. Como una tumba abierta.
La culpa es una sabana de alfileres oxidados, agua rancia en
el desierto, el aire tibio del verano.
Y entonces es mejor guardar las palabras, las canicas
ganadas con la agüita preferida. Mentira. Nunca tuve habilidades para los
juegos de niño.
Golpecitos
repetitivos en el vientre, para que las ganas se vayan y poder seguir jugando.
El camino de ida, con los audífonos viejos bien puestos. La
noche entera cabía en ese auto. La carretera oscura llena de pozos y el
silencio permeándolo todo, excepto mis oídos.
Con el día clareando, los
preparativos para el funeral comenzaban.
Ojala hubiera sido un sueño, pero no fue así.
¿Para que seguir hundiendo este palillo de dientes en la encía
lentamente?
Poco tiempo queda.
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