Soy un desempleado. “Un
Parao”, dirían ellos. Pero ni las deudas ni las discusiones maritales, merman
mi ánimo por ver al único sobreviviente de la banda más honrada del
mundo; la que reventó mis adolescentes oídos con un punk sucio y nihilista,
música fea para desadaptados. Así es:
Pako Eskorbuto vendría a Monterrey y no quería perdérmelo. No podía.
Las Violetas Violentas |
Una morralla escaza en el bolsillo,
un cambio de ropa y dos cámaras fotográficas en la mochila. Ese era mi equipaje
para lanzarme a ver al último sobreviviente eskorbutero.
Ni Trusko ni Pablo se animaron
a ir, pero Ponchín sí; entonces aprovechamos que La Peluca y Pablo tenían
vuelta de trabajo a la capital del cabrito y, después de esperar al pinche Alfonso por
más de media hora, salimos hechos madre de Monclova en una troca sin estéreo,
pero no importa; en mi cabeza resuena la batería electrónica del Esquizofrenia
y los gritos desgañitados de los dos demenciales chicos acelerados que ya no
están en este mundo de mierda y que, como en los ochentas, sigue estando igual o
peor de podrido.
Tomamos el metro en Cuauhtémoc
y nos bajamos en Fundadores. Caminamos –un chingo- hasta la Librería Gandhi
para buscar un libro que me pidió Juan, pero no lo tienen. De igual forma
termino dándole en la madre a los últimos 300 pesos de la tarjeta de nómina de mi ex trabajo. Los
culpables fueron José Revueltas, Juan José Arreola y José Emilio Pacheco.
Pinches Joseses. Ya que chingados. Las nubes sobre el Cerro de la Silla y el
sol de la tarde me parecen algo tristes, pero se bien que ni la tarde ni el mentado cerro tienen
algo que ver con mi pataleado estado de ánimo.
Plan 9 |
Ponchín sale feliz de un
cajero porque le depositaron su lana y caminamos a Plaza Morelos para comernos
unos taquitos de a 25 pesos la orden. El cabrón se da el lujo de empujarse los
tacos con una cerveza Indio, en pleno centro comercial. Me da risa y veo mi
reflejo en las ventanas del lugar. Afuera oscurece y me doy cuenta de que soy
un adulto con escaso pelo despeinado y haciendo las mismas tonterías de un
chamaco; pero curiosamente no me siento mal.
Ya con la panza llena llegamos
a Barrio antiguo. El bar donde será el evento se llama Music Antro y está
prácticamente vacío, pero apenas son las siete y media. Ponchín compra su
boleto; el mío lo trae Fabián, así que
nos vamos al Café Iguana y nos trepamos a la terraza a esperar a que Fabián
salga de la chamba. A las 9 y media y ya con Fabián,nos lanzamos al Music
Antro, que está a una calle del Café iguana. Punkis de la vieja guardia y
morros de la actual movida están en los alrededores. Adentro ya está tocando el
legendario combo saltillense, Violetas Violentas. Punk rasposo y acelerado sale
de las bocinas aunque la audiencia aún no se anima a armar desmadre. Les tomo
unas fotos y me doy cuenta que estoy bastante oxidado en el manejo de mi vieja
cámara. Se suben los Plan 9, otra banda que también tiene tiempo en la movida
punkeada de Monterrey. Le doy mi cámara
vieja a Ponchín para que saque unas fotitos y calo la otra cámara. Mierda,
tampoco le atino; ni al enfoque ni a nada. ¿Será porque estoy demasiado sobrio?
Mientras los Plan 9 nos recetan un punk de tintes misfiteros, enjundioso y
ponedor, comienza a entrar más raza.
La siguiente banda son los
Hellmaistroz y tocan un punk hardcore en la onda D-Beat de alto octanaje, hecho
madre y retador. Su vocal le dedica una
canción a los punkis que están afuera y que al parecer no entran
por que no quieren pagar el boleto. Por un instante me imagino que estamos en la
Arena López Mateos de Tlanepantla Edo. De México, en un lejano 1991, con punkis
cabrones a punto de dar portazo. Es solo
una pequeña puñetita mental.
Terminan su set los
Hellmaistroz y se suben al escenario los mismísimos Disolución social. Pioneros
de la escena punk regiomontana, su punk áspero y austero, así como sus letras críticas
y de alto contenido social, nutrieron –y siguen nutriendo- a varias
generaciones de punketos y escuchas
afines, creando una base sólida de seguidores y
un montón de canciones que se han convertido ya en himnos. No por nada
es con ellos con quien se inicia el
slam. Sus canciones son coreadas por
todos; “Soy punk”, “La policía te reprime” y “El loco” hacen que la banda
brinque y se empuje; y entre canción y canción, Raúl González (vocalista y
guitarrista) suelta frases que nos recuerda la situación tan empinada en la que
esta nuestro país. Gran verdad, pero esta noche
simplemente me vale madre mi paupérrima situación y la del país
completo.
HellMaiztros |
“Vamos a hacer una investigación por que al parecer
unos vagos le volaron una guitarra a un tal Evaristo… ¡Ya regrésenla, no sean
cabrones!” dice Raúl Disolución en medio de la rola de “La policía…” y Fabián y yo soltamos la carcajada. Y en ese
instante volteo hacia el segundo piso del lugar y ahí está, el compañero de
correrías de aquel par de desquiciados, listo para aporrear y hacer retumbar
los cueros.
Como si se tratara de un Rocky
subiendo al ring, una valla de seguridad
se forma para que Pako Galán y Cía. Lleguen hasta el escenario. El público
–ahora si de un número considerable- lo aplaude. Se Puede ver el rostro de
felicidad del baterista y una sonrisa sincera se le dibuja en los labios. Sabe
que esta con su camarilla.
En la esquina izquierda del
escenario, me quedo congelado. Estoy viendo al traco de Eskorbuto. El mismo
tipo de lentes oscuros y gesto adusto que tantas veces me hizo mover los brazos
como si estuviera tocando la batería.
Disolucion Social |
No puedo recordar con que
canción comenzaron; estoy pasmado. A ver, un momento; si: ¡YA NO QUEDAN MAS
COJONES, ESKORBUTO A LAS ELECCIONES! Grito como todos los demás. La
batería suena chingonsísima; pareciera
que Pako quiere reventarla desde el
principio. Sigo en mi intento de tomar fotos pero nomás no doy una; salen todas
movidas. Llueve cheve, o al menos quiero pensar que es cerveza. Me empujan.
Punkis de todas las edades levantan los puños y corean “Historia Triste” y una
melancolía se me clava en el pecho. Faltan dos. Ojalá estuvieran aquí. Prefiero morir como un cobarde, que vivir
cobardemente… Aún me sigue sorprendiendo la facilidad de Iosu y Juanma para
escupir enormes verdades en sentencias tan sencillas. Yo aún sigo viviendo
cobardemente. Mucha policía Poca
diversión, un error, un error… A mi lado hay un punki de la vieja guardia,
canoso y chaparrito que se desgañita pidiendo
“Tamara” y “Mata la música”; instantes después está en medio del slam,
brincando y agitando los brazos. Todos lo levantan y surfea sobre los cabezas.
Ponchin y Fabián están en
medio de una marea de crestas, torsos desnudos y chamarras con estoperoles. El
piso está lleno de cerveza y algunos se resbalan. La raza los
pone en pie al instante. Mirarás
al cielo y verás una gran nube sucia...Altos Hornos de nuestra ciudad…Somos
ratas en Vizcaya…Pero yo grito que somos ratas en Monclova. ¿Cómo es
posible que una canción punk para una
ciudad del viejo continente retrate a la
perfección a mi pueblo con pretenciones de ciudad? Es como si este trio de desmadrosos
hubiera pisado este lugar tan lleno de baches
y políticos corruptos.
Antes de la guerra podían regresar…volver a sus casas, volver a
empezar…Pako suda copiosamente, pero el rostro serio y concentrado mientras
aporrea los tambores, se le llena de
satisfacción al término de cada canción y aparece esa sonrisa discreta al
comprobar que todos nos la estamos pasando de poca madre.
“Adiós Reina mía”, “Mierda,
mierda, mierda”, “Es un crimen”. Todas suenan
bien cabrón. Esta no es una canción
de amor, la esquizofrenia es mi pasión…Los testículos me cortaría por la
calavera del rey…Es una marcha
oscura, un recordatorio de que hace décadas existió un grupo capaz de
arrancarle a jirones genialidad a lo simple y austero; de escupirle y pintarle un chingazo a la muerte tal vez
sabiendo que su tiempo era corto, pero ese mismo tiempo dejaría resonando sus
carcajadas sinvergüenzas en la memoria del
puñado que aún estamos y en la de los que vendrán.
¿Dónde está el porvenir, que crearon nuestros viejos? ¿O ES ACASO ESTA
PUTA MIERDA EN LA CUAL VIVIMOS? La pregunta sigue sonando tan tristemente
actual. Grito con el puño levantado.
El tokin se acaba. Pako saluda
amablemente a la gente que se acerca a la orilla del escenario. Se toma fotos. Sonríe.
Se le ve satisfecho. Después sube por las escaleras de nueva cuenta flanqueado
por los guardias de seguridad. Gracias a un amigo de Fabián, logramos que nos
dejen subir al segundo piso del bar a tomarnos la foto del recuerdo. Esperamos un rato a que otras personas se fotografíen y saluden
a pako. Preparo la cámara, pero cuando nos acomodamos al lado del baterista tomo
una foto movida y sin flash. Sencillamente debí de haber hecho el viaje sin cámaras.
Nervioso, le digo -textual- al Pako: “Es
un honor y un pinche gusto verte tocar; la música que hicieron los tres influyo
enormemente en mi vida.” Si, tan patético como una quinceañera chorreándose al
ver a su ídolo de reguetón frente a ella. Aun así Pako estrecha mi mano con
fuerza, y sonriente me dice que el gusto
es que hayamos asistido y que espera que nos veamos en la próxima. A huevo.
Salimos del MusicAntro y después
de recetarse unos jotchos, Fabián se despide de nosotros, pero a Ponchín y a mi
aún nos queda energía pa´ bailar ska en el Nandas. Estoy tan pinche contento que me tomo una bironga. Amaneciendo –y amanecidos-,
y después de esperar como dos horas en la central ya venimos de retache en el camión a
Monclova.
Después de más de 24 horas sin
dormir y con los pies molidos, el cansancio me comienza a pasar factura. Me
quedo dormido con el Eskorbuto aun resonando en las orejas y pienso que a Pako Galán
le asiste toda la jodida razón: ESKORBUTO va a estar hasta que la muerte se acuerde de
él, como lo hicieron Iosu y Juanma; y
como tercio de la banda, si él quiere tocar y girar, manteniendo el legado de
la banda y haciéndolo llegar a más gente, lo celebro y lo aplaudo. Al final,
son las canciones las que quedan. Y desde una cinta, un cd o en ceros y unos
que flotan en el internet, seguirán reventando oídos como lo hicieron conmigo
en mis ya lejanos años de preparatoria. Así es Pako, aún quedan demasiados
enemigos.
En lo que a mí respecta, me cago del gusto de haber visto pasar al demencial -y ya no tan- chico acelarado por Monterrey.