lunes, 23 de octubre de 2017

Un demencial tipo acelerado

Soy un desempleado. “Un Parao”, dirían ellos. Pero ni las deudas ni las discusiones maritales,  merman  mi ánimo por ver al único sobreviviente de la banda más honrada del mundo; la que reventó mis adolescentes oídos con un punk sucio y nihilista, música fea para desadaptados.  Así es: Pako Eskorbuto vendría a Monterrey y no quería perdérmelo. No podía.
Las Violetas Violentas
Una morralla escaza en el bolsillo, un cambio de ropa y dos cámaras fotográficas en la mochila. Ese era mi equipaje para lanzarme a ver al último sobreviviente eskorbutero.
Ni Trusko ni Pablo se animaron a ir, pero Ponchín sí; entonces aprovechamos que La Peluca y Pablo tenían vuelta de trabajo a la capital del cabrito  y, después de esperar al pinche Alfonso por más de media hora, salimos hechos madre de Monclova en una troca sin estéreo, pero no importa; en mi cabeza resuena la batería electrónica del  Esquizofrenia y los gritos desgañitados de los dos demenciales chicos acelerados que ya no están en este mundo de mierda y que, como en los ochentas, sigue estando igual o peor de podrido.

Tomamos el metro en Cuauhtémoc y nos bajamos en Fundadores. Caminamos –un chingo- hasta la Librería Gandhi para buscar un libro que me pidió Juan, pero no lo tienen. De igual forma termino dándole en la madre a los últimos 300 pesos de la  tarjeta de nómina de mi ex trabajo. Los culpables fueron José Revueltas, Juan José Arreola y José Emilio Pacheco. Pinches Joseses. Ya que chingados. Las nubes sobre el Cerro de la Silla y el sol de la tarde me parecen algo tristes, pero se bien  que ni la tarde ni el mentado cerro tienen algo que ver con mi pataleado estado de ánimo.


Plan  9

Ponchín sale feliz de un cajero porque le depositaron su lana y caminamos a Plaza Morelos para comernos unos taquitos de a 25 pesos la orden. El cabrón se da el lujo de empujarse los tacos con una cerveza Indio, en pleno centro comercial. Me da risa y veo mi reflejo en las ventanas del lugar. Afuera oscurece y me doy cuenta de que soy un adulto con escaso pelo despeinado y haciendo las mismas tonterías de un chamaco; pero curiosamente no me siento mal.

Ya con la panza llena llegamos a Barrio antiguo. El bar donde será el evento se llama Music Antro y está prácticamente vacío, pero apenas son las siete y media. Ponchín compra su boleto; el mío lo trae Fabián, así  que nos vamos al Café Iguana y nos trepamos a la terraza a esperar a que Fabián salga de la chamba. A las 9 y media y ya con Fabián,nos lanzamos al Music Antro, que está a una calle del Café iguana. Punkis de la vieja guardia y morros de la actual movida están en los alrededores. Adentro ya está tocando el legendario combo saltillense, Violetas Violentas. Punk rasposo y acelerado sale de las bocinas  aunque la audiencia  aún no se anima a armar desmadre. Les tomo unas fotos y me doy cuenta que estoy bastante oxidado en el manejo de mi vieja cámara. Se suben los Plan 9, otra banda que también tiene tiempo en la movida punkeada de Monterrey.  Le doy mi cámara vieja a Ponchín para que saque unas fotitos y calo la otra cámara. Mierda, tampoco le atino; ni al enfoque ni a nada. ¿Será porque estoy demasiado sobrio? Mientras los Plan 9 nos recetan un punk de tintes misfiteros, enjundioso y ponedor, comienza a entrar más raza.
La siguiente banda son los Hellmaistroz y tocan un punk hardcore en la onda D-Beat de alto octanaje, hecho madre  y retador. Su vocal le dedica una canción a los  punkis  que están afuera y que al parecer no entran por que no quieren pagar el boleto. Por un instante me imagino que estamos en la Arena López Mateos de Tlanepantla Edo. De México, en un lejano 1991, con punkis cabrones  a punto de dar portazo. Es solo una pequeña puñetita mental.
Terminan su set los Hellmaistroz y se suben al escenario los mismísimos Disolución social. Pioneros de la escena punk regiomontana, su punk áspero y austero, así como sus letras críticas y de alto contenido social, nutrieron –y siguen nutriendo- a varias generaciones de  punketos y escuchas afines, creando una base sólida de seguidores y  un montón de canciones que se han convertido ya en himnos. No por nada es con ellos con quien  se inicia el slam.  Sus canciones son coreadas por todos; “Soy punk”, “La policía te reprime” y “El loco” hacen que la banda brinque y se empuje; y entre canción y canción, Raúl González (vocalista y guitarrista) suelta frases que nos recuerda la situación tan empinada en la que esta nuestro país. Gran verdad, pero esta noche  simplemente me vale madre mi paupérrima situación y la del país completo.
HellMaiztros
“Vamos  a hacer una investigación por que al parecer unos vagos le volaron una guitarra a un tal Evaristo… ¡Ya regrésenla, no sean cabrones!” dice Raúl Disolución en medio de la rola de “La policía…” y  Fabián y yo soltamos la carcajada. Y en ese instante volteo hacia el segundo piso del lugar y ahí está, el compañero de correrías de aquel par de desquiciados, listo para aporrear y hacer retumbar los cueros.
Como si se tratara de un Rocky  subiendo al ring, una valla de seguridad se forma para que Pako Galán y Cía. Lleguen hasta el escenario. El público –ahora si de un número considerable- lo aplaude. Se Puede ver el rostro de felicidad del baterista y una sonrisa sincera se le dibuja en los labios. Sabe que esta con su camarilla.
En la esquina izquierda del escenario, me quedo congelado. Estoy viendo al traco de Eskorbuto. El mismo tipo de lentes oscuros y gesto adusto que tantas veces me hizo mover los brazos como si estuviera tocando la batería.
Disolucion Social
No puedo recordar con que canción comenzaron; estoy pasmado. A ver, un momento; si: ¡YA NO QUEDAN MAS COJONES, ESKORBUTO A LAS ELECCIONES! Grito como todos los demás. La batería  suena chingonsísima; pareciera que  Pako quiere reventarla desde el principio. Sigo en mi intento de tomar fotos pero nomás no doy una; salen todas movidas. Llueve cheve, o al menos quiero pensar que es cerveza. Me empujan. Punkis de todas las edades levantan los puños y corean “Historia Triste” y una melancolía se me clava en el pecho. Faltan dos. Ojalá estuvieran aquí. Prefiero morir como un cobarde, que vivir cobardemente… Aún me sigue sorprendiendo la facilidad de Iosu y Juanma para escupir enormes verdades en sentencias tan sencillas. Yo aún sigo viviendo cobardemente. Mucha policía Poca diversión, un error, un error… A mi lado hay un punki de la vieja guardia, canoso y chaparrito que se desgañita pidiendo  “Tamara” y “Mata la música”; instantes después está en medio del slam, brincando y agitando los brazos. Todos lo levantan  y surfea sobre los cabezas.
Ponchin y Fabián están en medio de una marea de crestas, torsos desnudos y chamarras con estoperoles. El piso está lleno de cerveza y algunos se resbalan.  La raza los  pone en pie al instante. Mirarás al cielo y verás una gran nube sucia...Altos Hornos de nuestra ciudad…Somos ratas en Vizcaya…Pero yo grito que somos ratas en Monclova. ¿Cómo es posible que  una canción punk para una ciudad del viejo continente  retrate a la perfección a mi pueblo con pretenciones de ciudad? Es como si este trio de desmadrosos hubiera pisado este lugar tan lleno de baches  y políticos corruptos.  
Antes de la guerra podían regresar…volver a sus casas, volver a empezar…Pako suda copiosamente, pero el rostro serio y concentrado mientras aporrea los tambores, se le llena  de satisfacción al término de cada canción y aparece esa sonrisa discreta al comprobar que todos nos la estamos pasando de poca madre.
“Adiós Reina mía”, “Mierda, mierda, mierda”, “Es un crimen”. Todas suenan  bien cabrón. Esta no es una canción de amor, la esquizofrenia es mi pasión…Los testículos me cortaría por la calavera del rey…Es una  marcha oscura, un recordatorio de que hace décadas existió un grupo capaz de arrancarle a jirones genialidad a lo simple y austero; de escupirle  y pintarle un chingazo a la muerte tal vez sabiendo que su tiempo era corto, pero ese mismo tiempo dejaría resonando sus carcajadas sinvergüenzas en la  memoria del puñado que aún estamos y en la de los que vendrán.
¿Dónde está el porvenir, que crearon nuestros viejos? ¿O ES ACASO ESTA PUTA MIERDA EN LA CUAL VIVIMOS? La pregunta sigue sonando tan tristemente actual. Grito con el puño levantado.
 
Pako Eskorbuto
El tokin se acaba. Pako saluda amablemente a la gente que se acerca a la orilla del escenario. Se toma fotos. Sonríe. Se le ve satisfecho. Después sube por las escaleras de nueva cuenta flanqueado por los guardias de seguridad. Gracias a un amigo de Fabián, logramos que nos dejen subir al segundo piso del bar a tomarnos la foto del recuerdo.  Esperamos un rato  a que otras personas se fotografíen y saluden a pako. Preparo la cámara, pero cuando nos acomodamos al lado del baterista tomo una foto movida y sin flash. Sencillamente debí de haber hecho el viaje sin cámaras. Nervioso, le digo -textual- al Pako: “Es un honor y un pinche gusto verte tocar; la música que hicieron los tres influyo enormemente en mi vida.” Si, tan patético como una quinceañera chorreándose al ver a su ídolo de reguetón frente a ella. Aun así Pako estrecha mi mano con fuerza, y sonriente  me dice que el gusto es que hayamos asistido y que espera que nos veamos en la próxima. A huevo.
Salimos del MusicAntro y después de recetarse unos jotchos, Fabián se despide de nosotros, pero a Ponchín y a mi aún nos queda energía pa´ bailar ska en el Nandas. Estoy tan pinche contento que  me tomo una bironga. Amaneciendo –y amanecidos-,  y después de esperar  como dos horas en la central  ya venimos de retache en el camión a Monclova.
Después de más de 24 horas sin dormir y con los pies molidos, el cansancio me comienza a pasar factura. Me quedo dormido con el Eskorbuto aun resonando en las orejas y pienso que a Pako Galán le asiste toda la jodida razón: ESKORBUTO va a estar hasta que la muerte se acuerde de él, como lo hicieron Iosu y  Juanma; y como tercio de la banda, si él quiere tocar y girar, manteniendo el legado de la banda y haciéndolo llegar a más gente, lo celebro y lo aplaudo. Al final, son las canciones las que quedan. Y desde una cinta, un cd o en ceros y unos que flotan en el internet, seguirán reventando oídos como lo hicieron conmigo en mis ya lejanos años de preparatoria. Así es Pako, aún quedan demasiados enemigos.
En lo que a mí respecta,  me cago del gusto de haber visto pasar  al demencial -y ya no tan- chico acelarado por Monterrey.