miércoles, 10 de octubre de 2007

Ganga

Coleándole unas horas a la vida, cantando melodías populares, silbando dos que tres temas de Celso, colgado en tendederos de arrabales.
Sentado entre los charcos apestosos, jugando con monitos luchadores, en tierra, en concreto o en el lodo, los pies siempre descalzos y fangosos.
Los perros que se mueren de la roña, la risa que no sabe de pobrezas, la raza que ha crecido siempre sola, amor hace brotar de las banquetas.
Se pierden deambulando por las calles, su mundo no lo entienden los trajeados, es mas fácil decir “son criminales”, que ver lo que hay detrás de cada cholo.
Las tardes que se mueren entre cumbias, las noches que se caen en tejabanes, la raza de la esquina, los carnales, que no bajan bandera ante rivales.
Se rola la botella y el cigarro, siempre habrá alguien dispuesto a tirar paro, se escurre de la tira entre los carros, se puede tener suerte o chupar faros.
Se tiene corazón de alcantarilla, los sueños que se ahogan en los arroyos, se curte el alma a base de chingazos, la vida se acostumbra a los embrollos.
De pronto el sol es la única cobija, y la única salida es muy oscura, de pronto el vicio ya no causa risa, se siente de cerquita a la huesuda.
La piel llena de tatuajes mal hechos, con los ojos vidriosos y un tabiro, se traga la desgracia en un suspiro, se guarda todo el llanto en el pecho.
Tomándose una cheve en la cantina, echa a volar la mente hacia el pasado, la pena y la alegría se fugaron, dejándolo parado en una esquina.
Sin morra, sin la clika, sin carnales, camina solo como un triste perro, busca en los callejones las señales, de que toca su turno, o algún fierro.
Su blues no lleva los tonos del Delta, Su blues es una cumbia cadenciosa, su cruz y su sepelio trae a cuestas, y dos lagrimas negras silenciosas.
Coleándole unas horas a la muerte, ve reflejado su rostro en el cieno, en espera de algún vato valiente, que le pague el pasaje pa`l infierno.

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