Que
risa me dan los políticos cuando hacen sus recorridos en campaña por las calles
lodosas, sin pavimento, encharcadas y pletóricas de mierda de perro.
Sonrientes, saludan a los vecinos (principalmente señoras) que les dan el tour de la miseria, del hambre y la
incertidumbre como algo natural, habitual. “No tenemos alumbrado público licenciado
y hace tres meses que no tenemos agua, pero el recibo nos llega puntual, no se
vale licenciado; no se vale…”
Sonríen
a las cámaras con su camisita polo (del color del partido al que pertenecen) y
pisan de puntitas con sus zapatos caros. Y luego, mientras los niños se
amontonan sonrientes para la foto,
sueltan la más trillada verborrea sobre compromisos, entendimiento de la problemática
que se vive y un futuro de bienestar y equidad social después de que ellos
ganen los comicios. La gente (las señoras) aplauden y echan porras al partido
y en el mejor de los casos hay un
refrigerio y a la mejor hasta un grupo norteño para que al menos por esa única tarde,
se les olvide a los mencionados vecinos lo paupérrimo de su situación, mientras una
afortunada señora baila con el candidato un huapango o una cumbia colombiana.
“Entendimiento
de la problemática que se vive…” ¿cuántas veces hemos escuchado a cualquier político
de cualquier rango pronunciar esta frase? ¿Porque estamos tan habituados a
aceptar la mentira como verdad?
Ningún
político o empresario (mucho menos en México) tiene un entendimiento profundo
de la problemática que vive la gente común. Ellos no saben lo que significa quedarse
sin gas en el invierno más crudo, o tener que llevar al familiar enfermo a una
sala de urgencias del IMSS y esperar horas a que lo atiendan; jamás comprenderán
la frustración de vivir sin agua potable o con un salario mínimo que no puede
cubrir ni siquiera la canasta básica; jamás
llegaran a comprender que se siente
trabajar 10 o 12 horas en una maquiladora o peor aún, ser despedido de la misma, con un finiquito irrisorio.
¿Cómo
podrían saborear ellos la indignación y el coraje del ciudadano común, si su realidad está precisamente en el otro
extremo?
Y
sin embargo, seguimos creyendo que la solución al problema creciente de injusticia social vendrá de
ellos, de los partidos políticos y sus representantes.
¿Cuánto
tiempo más soportaremos su pie en nuestro cuello?
¿Cuántas
veces más bailaremos con el candidato cuando visite nuestro barrio?
Ya
no es gracioso.
Es
tiempo de despertar.