Nunca me termino de gustar
Soda Estéreo. Me paso igual que con los primeros discos de Caifanes. Me parecían aburridos, pretenciosos.
Algo había en mi escueto sentido musical de niño de quinto de primaria que
rechazaba el sonido pomposo, ochentero y
esa voz atascada de eco. No sonaban como los potentes y ponedores Credence, ni tenían
la voz rasposa y el boggie del Three
Souls, ni sus letras parecían peligrosas como las del Tri, no hablaban de morir
con las botas puestas como los Angeles del infierno y hasta el desmadrito de
los hombres G se me hacía más chido que el cotorreo de los Soda Estéreo en
aquellos ayeres.
Obviamente, conforme fue
pasando el tiempo fui descubriendo cosas buenas de la agrupación argentina;
brincaba como loco y le daba rewind al casete una y otra vez para escuchar todo el
día “Música Ligera” -¿Quién no? Ese riff fue
un aviso del nuevo sonido noventero por venir- y en verdad me gusto “Ella
uso mi cabeza como un revolver” o “Zoom”, pero fuera de eso, seguí sin
interesarme mucho en el sonido de Cerati y compañía. E incluso aun cuando el
Tako (bajista de Estorbo) insistía en la grandeza de Cerati y no paraba de
alabar el “Bocanada” continúe sin darle una chanza a la música del pelos chinos.
Cuestión de gustos, supongo.
Ayer, después de cuatro años
de permanecer en estado de coma, falleció Gustavo Cerati. Y en internet no tardaron en aparecer las loas
y “las gracias totales” de una multitud que enaltece y llora la memoria del ex líder de Soda Estéreo; vamos, hasta Paty Chapoy twiteó un “Descanse Paz Ricardo Cerarti”.
Sobra decir que la muerte de un buen músico y compositor siempre es motivo
de tristeza, pero sería un hipócrita si dijera que la música de este argentino
me influenció o marco mi vida. No fue así.
Cosa curiosa: Apenas ayer, en
la tarde nublada y disfrutando de una caguama con el Pakio, pude escuchar
completa “La ciudad de la furia” y me pareció
cadenciosamente excelsa. Es más justo
ahora acabó de escuchar por primera vez “té para tres” y “Fue” y me parecen muy buenos temas. Quien sabe, a
lo mejor mi escueto sentido musical al fin está abierto y receptivo para la música
de la Soda.
Descanse en Paz, Cerati. Así, sin nombre, para no regarla.
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