jueves, 16 de abril de 2015

A esa que le dicen Vida


A esa que le dicen Vida

Te escribo desde el ala izquierda de una urraca en agonía,
Como un piojo, un gorupo…
Una larva escondida entre los pliegues de la  carne ya podrida.
Te escribo para quitarme el ansia, la comezón insidiosa
De decirte  “Puta”  a ti,  la que te dicen Vida.

Te escribo como el maullido de un anciano gato
Que no consigue aparearse por las noches
Y  acepto así,  llanamente y sin reproches
El porvenir hediondo que en un sucio plato,
Has servido para mí, a modo de lonche.

Ni la paciencia de Job, ni la  piedad del Cristo
Debí haber aprendido eso desde niño
Estoy resquebrajado, perdido y loco, pero insisto,
 Aun siendo  un cautivo imbécil de Mefisto,
En besar  tu boca amarga con cariño.

Te regalo  las horas displicentes
Con las que con el tiempo armé un remedo de existencia
Y amparada en la insignificancia, mi inconsciencia
Regará las vísceras, sangre y heces pestilentes
Como posdata fatua  o si gustas, como un simple destello de inocencia.

Te escribo con la letra fea y chueca del cobarde
Y con la convicción irreflexiva del vencido
Cansado, flojo, viejo o aturdido
Llegué temprano y aun así se me hizo tarde
Y esa es la ley inexorable del caído.

Te dejo los mañanas para que los repartas
Entre todos los ansiosos de experiencias y atrevidos
Porque el sentido es un ladrón escurridizo, brinca bardas
Y porque incluso no hay fulgor de estrella que eternamente arda,
Vida, lo sabes, es mejor aparcar en el reducto oscuro del olvido.

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