Amanecí muerto y después me revivieron.
Amanecí por que Dios quiso. O Por que esa madrugada el Diablo estaba enpiernado con la Muerte; o nada mas por que si.
Amanecí y no pensé nada; por que no se piensa nada después de beber varios litros de alcohol abrazado de una noche fría y solitaria como la chingada; si acaso se ve medio borroso a un sol lagañoso asomarse por los cerros pelones y azulados; si acaso se cuela por la tibia cerilla, el ladrido de algún perro y el escándalo de los chileros juguetones que nada saben de hombres crudos.
Amanecí y el asco me recorrió la garganta, brotándome agriamente desde las tripas y quitándole la espesura a mi saliva maloliente.
Amanecí y no se si esperaba hacerlo, como tampoco casi nadie espera morirse de repente.
Amanecí muerto y muerto anduve por los pasillos estrechos de la normalidad, topándome de frente a uno que otro zombie, que, al igual que yo, no intuía siquiera su hedor de mortandad.
Con un temblor-derrama-tazas-de-café, con una vena pulsando lastimeramente en la sien, amanecí meado y cagado, como cagado y meado es mi destino y me quede ahí, recargado en la fresca humedad de la barda viendo placidamente –solo un poco- el infinito azul del cielo, que pa´l pinche caso ni es infinito.
Tenia tanta mierda en la cabeza - metafórica y/o literalmente-, que no recuerdo bien como es que volví a la vida, pero estoy aquí; abrazado a tus muslos blancos, como marino ebrio y asustado después de hundido el barco.
A veces, el alcohol actúa en forma misteriosa.
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