domingo, 14 de febrero de 2010

Los días verdaderos


Hubo un tiempo, cuando era niño, en que los martes eran buenos. Después cedieron su lugar a los jueves, y estos adquirieron un aura mágica; vivir un jueves era sinónimo de buen humor y gozosa expectativa. Con el pasar de los años, los viernes heredaron el titulo de “Mejor Día de la Semana” gracias a sus exquisitas tardes promisorias y sus noches que traían invariablemente consigo fiestas y amigos. No tardaron mucho los sábados en convertirse en los “Reyes de la semana” con sus mañanas inocentes y placidas, sus tardes activas y hogareñas, pero sobre todo por esas entrañables noches donde amigos y enormes cantidades de alcohol y rock hacían que el alma se sintiera libre, como corriendo en una jungla donde todo podía pasar. En esos sábados, la inocencia y el mal convivían en una simbiosis rockanrolera y en un continuo descubrimiento de nuevas formas, sonidos y corrientes.
Poco a poco, el sentido de los días se fue diluyendo y comenzó a dar igual si era lunes o miércoles o incluso un detestable domingo. Los días solo eran un manto borroso y suave que cubría el devenir de los sucesos y las historias. El alcohol se escurría en las madrugadas de los martes y se podía estar tranquilamente sobrio un viernes por la noche.
Hoy, a los días los delinea la rutina. El engranaje que no admite sorpresas, los ha transformado en cajas de cartón donde solo cabe lo que debe caber. Días para esto, para aquello y lo otro; No hay lunes que se vea como jueves o un miércoles que se sienta como viernes; todo esta trazado por un orden inamovible y abominable. Casillas de eventos claramente rotuladas para que nada se salga de control, puertas que al abrirse siempre llevan a los mismos lugares; calles, recorridos, mañanas, tardes y noches; todo etiquetado para que ocurra en el día previsto. Días insípidos, días cuadrados, días delimitados en el área del hartazgo.
Si bien es cierto que el viernes aun conserva un cierto aire de expectativa y que un sábado todavía sabe encontrar un poco de alcohol y rockanrol, e incluso que el eternamente aguado y aburrido domingo cede un poco para admitir en su horizonte algún concierto o una mañana hermosa, también es verdad que la rutina no deja de pasearse por toda la semana, con su enorme y pesada capa gris de insatisfacción y frustrante decepción.
No estoy muy seguro de que en algún futuro los días verdaderos regresen a mi vida. En realidad no se si mi sombría percepción de esta serie continua de semanas pegadas de manera tan desangelada, se deba a alguna mal función en los procesos bioquímicos de mi cerebro.  
Tal vez todo lo que hace falta es una buena dosis de complejo B directo a la vena, para que un lunes luminoso y lleno de gloria llegue a la vida de este quejumbroso sin remedio.


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